Tener una posición firme e inflexible, que abandera una verdad de manera absoluta e irrefutable, es el ingrediente básico para comenzar diferencias irreconciliables que se traducen en guerras con otras naciones, civiles, o ambas. Como indica muy claramente la psiquiatra y la psicoterapeuta Española Anabel Gonzalez en su libro No soy yo: “La convicción es siempre patológica, e indica una necesidad subyacente muy grande de aferrarse a una idea. Cuando alguien dice algo como si fuera inapelable, precisamente por ese motivo suele ser falso”. El nacionalismo geográfico y cultural es tierra fértil para todo tipo de exclusiones y segregación. Podemos y debemos tener ideas diferentes con respecto a diversos temas, pero la gran diferencia radica en la capacidad de apertura en la recepción de esas opiniones divergentes que pueden-siempre-aportarnos un punto de vista interesante y desconocido.
Cuando una posición es defendida sin considerar otros puntos de vistas, estamos frente a una actitud que oscila en los extremos y que seguramente perdió o está en camino a perder, todo tipo de racionalidad y objetividad. Han sido muchos los personajes históricos y actuales, que han marcado el rumbo de la historia, de posiciones extremas, que se han caracterizado por ser excelentes oradores y con gran elocuencia han articulado ideas con una lógica admirable, tan así que no han dado espacio para el cuestionamiento de lo propuesto. Es irrelevante tener la razón cuando el mensaje es transmitido de forma inadecuada. Al final las formas si importan y eso lo han sabido muy bien estos personajes, movidos muchas veces por emociones negativas hacia un grupo, creencias o ideas, las cuales obstaculizan el pensamiento al coincidir con una mayor actividad de la amígdala, activada cuando se percibe amenaza (por darle algo de justificación científica al asunto). No obstante, es interesante que después de milenios de evolución seguimos enfrentándonos a problemas del tipo posiciones irremediables muy similares a las de hace milenios atrás.
¿Qué ha pasado en el camino del devenir en el ámbito social, político y cultural?
Muchos fueron los filósofos de antaño en la Antigua Grecia que reflexionaron sobre el hombre un ser político y social, mostrando como ciertas configuraciones democráticas aportaban a la libertad del Hombre para su mayor desarrollo en materia de vivir en comunidad. Pareciera ser que el avance social no ha dado ni un paso adelante, no ha sido más que una falacia, que parece aumentar las brechas en distintos aspectos de una sociedad. Nos han hecho pensar que somos más civilizados, porque podemos vivir en una ciudad, que no es lo mismo que vivir en comunidad, tener un trabajo que nos consume todo el día, una televisión enorme, algunas deudas, comida en exceso y mucho wifi. Este último avance es interesante de analizar, ahora sabemos que está sucediendo en tiempo real otros Países; sabemos quiénes tiene alimento y quienes no; sabemos cuándo una catástrofe natural arrasa con todo; sabemos cuándo un País entero está sometido a regímenes desequilibrados para el correcto desarrollo de la comunidad. Sabemos mucho, sabemos más que antes cuando las noticias no “volaban” de un lugar a otro.
¿Me pregunto que hubiese sucedido si el Holocausto ocurriesen en la era de las redes sociales actual?
No lo sé a ciencia cierta por supuesto, pero me permito proponer una hipótesis. Ya al final de la Segunda Guerra Mundial, los soviéticos descubrieron uno de los campos de concentración más grande, Auschwitz, luego los americanos otros y los británicos también, comenzando la liberación de los prisioneros. Los alemanes intentaron por todos los medios eliminar las pruebas sabiendo que se acercaban los Aliados. Una vez liberados los sobrevivientes, los alemanes parecían horrorizados con lo que estaba sucediendo a pocos kilómetros de sus casas. Parecía que nadie se había enterado de nada, a pesar de que se formaron guetos en sus propias ciudades, donde las condiciones precarias estaban a la vista y el traslado de las personas en trenes como animales era escandaloso. Aunque sea vergonzoso admitirlo, fueron muchas comunidades que vieron de manera pasiva lo que sucedía. Algo similar a lo que sucede hoy, solo que estamos contaminados con llamado voyerismo digital. Nos enteramos pero nos desentendemos. Somos espectadores pasivos y no creadores activos.
Esta sociedad que esta efervescente con los avances tecnológicos, que sin duda nos han dado un mayor acceso. Pero detente ¿Acceso a qué? ¿A ser más cultos, más informados, más civilizados, más tolerantes, más espirituales, menos corruptos?
Parece ser que este acceso, como lo llaman, solo ha sido para beneficios de algunos, como suele suceder desde siempre, con una población sometida a las redes sociales, hipnotizados, salvajemente arrojados a un pozo de ignorancia que parece no tener fin. Pero esta vez, no es una esclavitud forzada, no mantienen a la gente ignorante por fuerza. Esta vez es un alineamiento voluntario, inclusive relajante; preferimos estar en la ausencia, y reprimir o más bien anular cualquier autorreflexión o pensamiento crítico de lo que sucede a nuestro alrededor. Somos todavía ese pueblo que los emperadores entretenían, con desprecio a la vida, bajo la célebre locución dicha por Decimo Juvenal a modo de sátira por la decadencia que percibía, en ese entonces, en Roma: Panem et circenses (Pan y circo). El porcentaje de pensadores analfabetos es angustiante. Parece ser un bien escaso encontrarse con alguien que tenga algo que decir con lógica y argumento, que integre la metacognición a su higiene mental.
No hay nada nuevo en lo que sucedió, en lo que sucede y si extrapolamos, en lo que sucederá, pero para no repetir la historia, al menos tenemos que saber de ella. Para acercarse un poco más a la realidad, debemos siempre saber todas las aristas de la historia, y ese es justamente nuestro talón de Aquiles, hay mucho que no llegará nunca a nosotros o si llega, llegará a conveniencia de algunos y en desmedro de otros. Muchos de nuestros prejuicios hacia otra cultura nacieron desde una información inculcada y calculada para justificar masacres, saqueos y actos de violencia feroces. Generalmente hechos no vividos en primera persona, sino una repetición narrativa, hasta que la creencia se instauro en nuestro discurso interno. Crecemos teniendo miedo al otro, a ese enemigo, que casi siempre es peor que nosotros, tiene costumbres religiosas radicales, y debido a toda la barbarie en que vive merece o se justifica su exterminio. El antídoto a esa ignorancia tan vergonzosa, además de leer de manera consistente, consciente y cuestionadora, es viajar, conocer el mundo y entender que las diferencias son solo eso, diferencias que no te hacen ni mejor ni peor a otro.
Parece ser que estamos en el día de la marmota o en ese Eterno retorno de Nietzsche, viviendo una y otra vez lo mismo, debido al poco cuestionamiento que tenemos de los aspectos negativos, mejorables o que no nos conducen donde queremos llegar. Vivir en el presente de manera inconsciente es perpetuar el pasado, una y otra vez.