Cuando Juan habla de Pedro, dice más de Juan que de Pedro.
— Mi abuela
Toda idea es dicha por alguien que, al emitirla, revela quien es. Y particularmente revela las emociones desde las cuales tales ideas se emiten.
— Nietzsche
Los limites de mi Lenguaje, son los limites de mi Mundo. («Die Grenzen meiner Sprache bedeuten die Grenzen meiner Welt»)
— Ludwing Wittgenstein

De por si las palabras son limitadas, pero en gran medida lo que condicionará nuestra capacidad de expresión y acción o movilidad, será la riqueza o escasez del lenguaje al cual estuvimos expuestos de niño y al convertirnos en adultos, la capacidad de identificar esa escasez y escoger quedarnos sumidos en la limitación que nos tocó o elegir el aprendizaje responsable y a consciencia. Llegamos a nuestra vida adulta limitados por una cantidad considerable de creencias, sesgos, prejuicios, afirmaciones, opiniones, historias personales y geográficas, todas procesadas a través de mi filtro, el lente con el que miro, entiendo, analizo e incorporo el Mundo a mi vida. En consecuencia, no veo el Mundo tal cual es, si no tal cual soy. Yo interpreto el Mundo a través de mis creencias y desde mi perspectiva, percibo y experimento, por lo tanto, incorporar el aprendizaje es un medio bastante efectivo para desatar las fuerzas de la reflexión sobre mis creencias y mis juicios, ampliar mis posibilidades y acercarme más a MI verdad. Una nueva verdad, más digerida y personal, para adecuarla a la persona que soy en el presente y no a la que era en un pasado o, mejor dicho, quien era antes de aprender.

El lenguaje es generativo, es una declaración de intenciones y crea realidad y cada vez que hablamos revelamos quienes somos, para nosotros y para los demás. Por lo tanto, los juicios y creencias arraigadas también hablan de la persona que los emite y construyen nuestras relaciones, las fortalecen o debilitan, nos llevan a donde queríamos llegar o nos alejan de allí.

El aprendizaje también es una poderosa forma de aplacar el tedio, letargo y la paralización. Aprender nos lleva por lugares desconocidos, sacándonos de nuestra zona de comodidad y rigidez, percibiendo la caducidad de ciertos patrones adquiridos inconscientemente de manera automática, que ayudaron a construir nuestra identidad y pertenencia, pero que ya no nos sirven. Sin embargo, a medida que aprendemos, cambiamos, porque es el proceso natural de vida, cambias porque creces. El crecimiento no tiene fin, es continuo y si quisieras exponencial. No obstante, crecer abierto y consciente es un aspecto diferente al biológico, es una decisión. Querer aprender para cambiar, es crecer de otras formas más profundas y en apariencia invisibles. Es tener voluntad para abrirte a los miles de mundos que existen en cada persona, conocer y aceptar genuinamente diferentes perspectivas, es cambiar tus ideas y tu experiencia de vida. Es desafiar la disonancia cognitiva que se activa cuando algo contradice nuestra forma de concebir el Mundo. Es saber que muchas veces nuestros sesgos, que evolutivamente tenemos todos por defecto, nos engañan. Es estar despierto y sobre todo saber, el aprendizaje es poder y libertad.  A pesar de que el conocimiento está disponible para todos, NO ES PARA TODOS, y no porque sea prohibido o de difícil acceso, es debido a las elecciones personales de cada individuo, optar por no saber de manera voluntaria. Nadie es mejor o peor que tú, es lo que tú eliges saber o ignorar lo que diferenciará. Es justamente esa elección la que determina la brecha entre el éxito de un individuo y otro en nuestra sociedad actual. No te compares, enfócate en ti y avanza. El cerebro es un musculo que necesita ser ejercitado.

La belleza y elegancia del saber es invaluable, es un activo que no se deprecia con el tiempo, no caduca, llegará contigo intacto hasta el último día de tu vida física. Somos seres sociales y lingüísticos, lo que decimos y como lo hacemos SI IMPORTA, revela mucho de nosotros mismos y finalmente, para simplificar, porque si es importante que sea breve, mi abuela tenía razón.

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