Te tocaba a ti beber,
Y alzaste el cuenco lleno
Y dijiste con guiño familiar
¡Corazón, bebo el olvido!
— Conrad Ferdinand Meyer

 Olvidar es una manera de dejarse en paz... por un tiempo, a veces demasiado largo.

Nadie quiere ser motivo de olvido. Nadie quiere ser un recuerdo sepultado, pero a veces, sin motivo más que la vida misma, el polvo cubre esas reminiscencias. Esos momentos tan vivos en ese entonces, ¡llenos de colores y emociones! se van difuminando, son absorbidos por el olvido y lanzados al espacio vasto de recuerdos, para ser algún día, quizás rememorados.

¿Ser olvidado? Sí, todos somos olvidados cada día; nos olvidamos de nuestra propia historia y también de las personas que pasan por nuestra vida. Al pasar los años, las emociones se van personificando con rostros de personas, algunas de alegría, amargura, energía, diversión, arrepentimiento, dolor, según sea el caso. Olvidar es un mecanismo de protección para avanzar, para darse la oportunidad de empezar de nuevo, para interesarse de nuevas personas y dejar paso a nuevas experiencias. En situaciones queremos anestesiarnos para acallar el dolor que nos produce el recuerdo, pero esa huella estará siempre marcada como una quemadura, que ira cicatrizando, pero no se borrará; las heridas no se borran por un motivo y la razón es recordarnos que lo peor ya paso, que sanar toma tiempo, pero finalmente todo cicatriza y si la cuidamos y aceptamos, también dejará de doler hasta, inclusive, llegar a ser hermosa, única porque todo es depende de donde se mire. Lo sabemos.

Obligarse a olvidar es imposible; el olvido no llega por imposición; simplemente llega como un regalo o una condena. Todos hemos estado suplicando olvidar a alguien quien nos dañó, pero entre más queríamos olvidar, el recuerdo se intensificaba. Hasta que un día abandonamos la obstinación de olvidar y comienza a entrar en nuestra vida como una niebla que va cubriendo todo, y ya no podemos mirar con la claridad de antes, olvidando los detalles que lo mantenían vivo. Allí, también, todas esas historias de (des)amor que llegaron a su fin demasiado rápido, demasiado brusco, pero en el momento justo.

C`est parce que je t`aime que je préfère m´en aller et t`oublier- Es porque TE amo que prefiero marcharme y olvidarte, aunque lo más adecuado sería es porque ME amo que prefiero marcharme y olvidarte.

Los griegos creían que existía un río llamado Lete en el inframundo, llamada de igual forma la Diosa que personificaba el Olvido. Se decía que antes de nacer bebíamos de ese río para olvidar nuestras vidas terrenales pasado y volver a un cuerpo como una tabula rasa, el olvido era necesario para volver a empezar. Como es mencionado en libro Introducción al estudio de la reminiscencia platónica, “El alma que prueba esta agua se libera de sus preocupaciones, entra en un placido sueño que es despertado por el estruendo del trueno que ahuyenta a las almas como estrellas errantes.

Olvidar es necesario para recordar; es la única manera para entrar en la rueda de la vida.

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