“Supongo que uno no puede estar enamorado y ser sabio al mismo tiempo”, afirmaba Bob Dylan explicando la razón del quiebre con Jon Baez, también cantante. En el documental No direction Home, dirigido por Martin Scorsese se narra el momento en que Joan Baez, lo promociono cuando él aun no era conocido, hasta que Dylan obtuvo una abrumadora fama posterior. La ayuda no fue reciproca y eso rompió el corazón de Joan, como ella afirmaba en su autobiografía. En ese entones, ambos estaban en los veintitantos años.
No obstante, ¿estar enamorado inhibirá la razón y el buen juicio? O ¿es solo una bella excusa para justificar lo injustificable de ambos lados?
La etapa en la cual caemos redonditos en los pies de cupido suele ser la juventud. Sentimos que tenemos poco que perder y mucho que ganar, cualquier oposición a la relación podría acabar como Romeo y Julieta, arquetipo Universalmente conocido de los amantes desventurados. Shakespeare representaba el enamoramiento como una adicción, nos nubla la vista y que acaba decisiones sin retorno. Nuestro bendito cerebro nos lleva por esos caminos sinuosos. Resulta que cuando estamos enamorados, nos sentimos inmensos, colosales, todo parece perfecto y por sobre todo necesitamos a esa persona, somos totalmente dependientes de ese amor que ha llegado a nuestra vida. La seguridad derriba el miedo, y al ser derribado, nuestra amiga “amígdala” se toma sus merecidas vacaciones, para dejarnos a la merced de nuestro “sistema de recompensa”, que se activa cuando sentimos placer (ya sea por drogas, amor, comida, etc.). Por eso somos dependientes de repetir una y otra vez la conducta que nos produce bienestar. Nuestra corteza prefrontal, donde están nuestras funciones ejecutivas, que se encargan de las decisiones, los riesgos, planificación, juicio, etc. También ¡bajan la guardia y voila!, allí estamos prometiendo regalar la Luna para esa persona tan especial. Bajo este prisma, debemos agradecer que el amor romántico no dure para siempre, solo el necesario para conocernos, reproducirnos y pasar a la siguiente etapa del amor o no tener tanto de que arrepentirnos, porque convengamos que hay historias que hubiese sido mejor reemplazar por una gran barra de chocolate, o unas cuentas botellas de vino. Más placer y menos pesar, pero bueno se pensó y se hizo o, mejor dicho, se hizo y después se pensó.
Una de las explicaciones científicas a esta “bajada de guardia” es meramente evolutiva y debe ser así para lograr que la mayor cantidad de individuos, que en la normalidad del juicio jamás se reproducirían, se unan. Esto nos puede dejar más preguntas que respuestas, basta solo mirar a nuestro alrededor y ver todos esos amores románticos que van por caminos diferentes, ya no tan románticos.
Concluyendo nuestro querido Dylan estaba en lo cierto, pero el daño ya estaba hecho. Cuando estamos enamorados estamos con el filtro en la parte frontal que solo nos permite ver Unicornios y arcoíris a nuestro alrededor. Esperando en la inconciencia total que llegue el día que nos miremos sin filtro y veamos lo que realmente tenemos en frente, para hacernos responsables de nuestros actos, juntos o por separado. Somos perfectamente imperfectos.
Take all my loves, my love, yea take them all,
What hast thou then more than thou hadst before?
No love, my love, that thou mayst true love call,
All mine was thine, before thou hadst this more
Shakespeare-Sonnet 40 (ingles original)